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miércoles, 28 de junio de 2017

Esa noche...


Esa noche fue inolvidable para ambos. Fue una noche silenciosa de perfección y simetría abrazada a mi pecho. Entre suspiros dejamos transcurrir el tiempo sin nada más que seguir ligados a nuestras bocas. Esa noche me castigó con todo el poder de su pasión. La bese toda la noche hasta que se hizo el día, y todo el día hasta que se hizo de noche, y luego otra vez… hasta que la noche termino con la deliciosa textura de esa alegría que no se toca. Fuimos la noche y el día, pero qué noche la de aquel día. Te juro que aquella noche no tenía ganas de acostarme con ella, solo de recostarme en ella y simplemente respirarla. Esa noche no me importó que se apagaran las luces de las estrellas porque podía ver en la oscuridad solo con la luz de sus ojos. Me miro y me dijo – “Quítate la ropa, tenemos que hablar… ¿Qué te parece si pones el cuerpo y yo las caricias? ¿Tú pones los besos y yo la magia? ¿Tú pones tu corazón y yo mi alma? Ven, arruguemos las sabanas, abrázame que esta noche quiero dormir cerca del cielo.” Poéticamente hablando nuestros cuerpos empezaron a rimar. No fue solo amarnos una noche entera con pasión, sino que dejamos una interrogante para un próximo encuentro. Brindo por lo que ella y yo sabemos y los demás ni se imaginan…