Gustavo Adolfo Bequer decía que: “En el majestuoso conjunto de la creación,
nada hay que me conmueva tan hondamente, que acaricie mi espíritu y de vuelo
desusado a mi fantasía como la luz apacible y desmayada de la luna”. ¿Conoces
la historia de cómo el sol amaba tanto a la luna que moría cada noche para
dejarla respirar? Inestable y cambiante, cuatro caras tiene la luna. Tangible
en sus encantos embruja a los hombres con su belleza. Imagino que es una señora
que guarda secretos de amantes y alcobas… Ella vive en cada pensamiento, en
cada sonrisa y en cada sueño que
construimos. Está presente en cada cuento que escribimos y vive en nuestros
poemas. La luna no será luna sin corazones que amen, sin pensamientos que
vuelen y sin poetas que canten. La luna es suficiente para disipar la oscuridad
de la noche, lo que ni siquiera millones de estrellas pueden hacer. Un
proverbio africano dice que: “La luna camina despacio pero atraviesa el mundo”.
Hay días en que la luna parece estar cerca de nuestras manos pero no es así, es
lo mismo que pasa cuando nos enamoramos de alguien que no sabe que existimos. Dicen
que la luna está llena de miradas que se perdieron buscando una respuesta y que
muchas personas ven la misma luna, pero hay noches en las que esa luna no es
para todos, es solo para dos. Esta noche no me queda más que apreciar las
estrellas, porque la luna y tu han emigrado a otro cielo…