“Dios mío, a gritos te pido que me ayudes, pero tú no me escuchas;
¿cuándo vas a hacerme caso? Te he rogado que acabes con la violencia, pero tú
no haces nada ¿Por qué me obligas a ver tanta violencia e injusticia?” Habacuc
veía un mundo que moría y le partía el corazón. ¿Por qué existe el mal en el
mundo? ¿Por qué los malos parecen estar ganando? Sin miedos ni vacilaciones
presentó sus quejas directamente a Dios. Y él le respondió con una avalancha de
pruebas y predicciones En este libro aparecen las preguntas del profeta y las
respuestas de Dios. El ejemplo de Habacuc nos debe alentar cuando enfrentamos
lucha para pasar de la duda a la fe. No debemos tener miedo de preguntarle a
Dios. El problema no está en la forma en que Dios actúa, sino en el entendimiento
limitado que tenemos de Él. Habacuc preguntó a Dios por qué los malvados de
Judá no recibían el castigo por su pecado. No entendía cómo un Dios justo
permitía que existiera una maldad así. Dios prometió que utilizaría a los
babilonios para castigar a Judá. Cuando Habacuc clamó pidiendo respuestas en
sus momentos de lucha, Dios le respondió con palabras de esperanza. Habacuc
preguntó a Dios por qué iba a utilizar a los malvados babilonios para castigar
a su pueblo. Dios dijo que también castigaría a los babilonios después que
cumpliera su propósito. Dios es el Creador; Él es todopoderoso. Tiene un plan y
lo llevará a cabo ¡Castigará el pecado! ¿Cuándo? Dios responde en Habacuc 2: 3 cuando
dijo: “Hay un día y una hora señalados. Aunque parezca que demora en llegar,
espéralo; porque es seguro que llegará y no tardará”.