Páginas

miércoles, 12 de julio de 2017

El caballito



Un padre llevó a su hijito por un paseo largo en el bosque. Como era pequeño le llevaba sobre sus hombros por mucho rato. Luego le puso sobre sus pies y le dijo que tendría que caminar hasta la casa. Al rato el pequeño lloraba porque estaba muy cansado, demasiado cansado para tomar un paso más. El padre cortó un palito y lo limpió muy bien de toda astilla mientras el niño observaba. Al terminar, dijo: “Mira, hijo, te presento con tu propio caballito para que te lleve a casa.” Encantado, el niño se montó sobre su caballito y felizmente llegó a su casa. Y en casa dio vueltas por todo el jardín hasta que tuvo que ir a bañarse y acostarse, ya rendido. A veces nuestro Padre nos lleva y a veces nos deja caminar, y muchas veces creemos que ya no podemos más cuando alguien, movido por El, nos ofrece un caballito – una idea, una promesa, una canción nueva, un abrazo, una oración intercesora, lo que sea, y sobre ese corcel llegamos a la meta. Aprendamos a identificar cuando esos caballitos de madera vienen por parte de Dios para entretenernos e impulsarnos para luego descansar en la noche con la satisfacción de habernos divertido con el caballito. ¿Necesitas hoy un caballito? ¿Conoces a alguien que está necesitando un caballito? Ofrécelo con ternura, recordando nuestro propio cansancio a veces. En una ocasión un discípulo preguntó a su maestro: - Maestro, me siento desanimado ¿Qué puedo hacer para recuperar el ánimo? – El maestro le respondió: - ¡Anima a los demás!