Josué 7 narra la historia de una inexplicable derrota que tuvo
Israel ante un pueblito insignificante llamado Hai en la que murieron treinta y
seis israelitas en batalla. ¿Qué paso? La reacción de Josué ante la derrota fue
primeramente de dolor por los hombres caídos, luego por el futuro de la nación
y finalmente por la integridad del nombre de Dios. Ante el misterio, la única
cosa lógica que había que hacer era recurrir al Señor. Empezaron a salir a la
luz, algunos hechos importantes: alguien había tomado algunas cosas que eran prohibidas
y esto interrumpió el deseo de Dios de bendecir a la nación con otra victoria.
Tan pronto se descubrió el delito comenzó la búsqueda del culpable: tribu por
tribu, familia por familia, casa por casa permitió al ladrón, por la
misericordia de Dios, que diera el paso al frente, confesara su pecado,
arrepentirse, evitarle a la comunidad más sufrimientos y recibir su castigo.
Pero el culpable no dijo nada y el pecado seguía enterrado. Por fin la búsqueda
dejo solo a un hombre desnudo en su pecado frente a todo el campamento. Observe
la espiral descendente del pecado de Acan: Vi… codicie… tome… escondí… Es lo
que siempre sucede. En la presión del momento, la emoción del pecado secreto,
la aventura y el placer prohibido anulan la razón. Acan y las personas que lo
ayudaron a ocultar su pecado fueron ejecutados y quemados con todas sus
pertenencias. Algunos principios importantes para recordar: 1. El pecado en el
campamento apesta, y cualquiera puede detectar su hedor característico. 2.- La
intranquilidad es la acompañante del pecado encubierto. 3.- Cuando se detecta
el pecado Dios honra la acción inmediata, firme y rigurosa.