Llevaban a la guillotina a tres hombres. Le preguntaron al primero
si quería estar boca arriba o boca abajo cuando le llegara la hora final. Él
contestó que quería estar boca arriba, para estar mirando al cielo al morir.
Levantaron la hoja de la guillotina y la dejaron caer. La hoja cayó velozmente
y de repente se detuvo, a unos cuantos centímetros de su cuello. Las
autoridades consideraron esto como una intervención Divina y liberaron al
hombre. Luego, llegó el turno del segundo, quien también decidió morir mirando
al cielo, esperando tener la misma suerte del primero. La cuchilla fue
levantada nuevamente, y soltada. Cayó velozmente y de pronto se detuvo apenas a
centímetros del cuello del segundo hombre, por lo que también fue puesto en libertad.
Seguía el tercero, que era ingeniero mecánico de profesión, quien también optó
por morir boca arriba. Levantaron lentamente la hoja de la guillotina, cuando
de repente el ingeniero, viendo un desperfecto en el mecanismo de la
guillotina, dijo: "Hey, ya sé por qué no cae la hoja de la
guillotina..." Los verdugos, arreglaron el mecanismo, y el ingeniero fue
puesto nuevamente en la guillotina, y esta vez, funcionó perfectamente. Aun
cuando podamos estar ansiosos de compartir con otros lo mucho que sabemos, ¡a
veces es mejor no decirlo! A veces nos metemos en problemas por decir algo que
debimos callar. Salomón dijo en una ocasión: “Cuando el tonto abre la boca,
provoca su propia ruina”.