Páginas

jueves, 13 de julio de 2017

Solicitud de empleo


Una iglesia se encontraba eligiendo a un nuevo ministro y había encargado la tarea a un Comité de Relaciones Pastorales. Los miembros del comité rechazaban solicitante tras solicitante, por alguna falta menor, real o imaginaria hasta que recibió una carta que decía: “Caballeros: Entiendo que su púlpito está vacante y me gustaría solicitar el cargo. Lleno con muchos requisitos. He sido un predicador con mucho éxito y también he tenido algunos triunfos como escritos. Algunos dicen que soy un buen organizador. He sido líder en la mayoría de los lugares donde he estado. Tengo más de 50 años de edad y nunca he predicado en un lugar por más de tres años. En algunos lugares, he dejado el pueblo después de mi trabajo el cual ha ocasionado disturbios y levantamientos. Debo admitir que he estado en la cárcel tres o cuatro veces, pero no a causa de alguna fechoría. Mi salud no es muy buena, aunque todavía hay muchas cosas que puedo llevar a cabo. Las iglesias en las que he predicado han sido pequeñas, aunque han estado ubicadas en varias ciudades grandes. No me he llevado muy bien con los líderes religiosos de los pueblos donde he predicado. En realidad, algunos me han amenazado y hasta me han atacado físicamente. No soy muy bueno para llevar registros. Se me conoce por olvidarme de los que he bautizado. Sin embargo, si pueden utilizarme, prometo hacer mi mejor esfuerzo”. ¡Las honorables personas de la iglesia estaban pasmadas! ¿Considerarían a un enfermizo, buscapleitos, distraído, ex presidiario? ¿Quién firmaba su solicitud? ¿Quién había tenido esa colosal desfachatez? Un miembro de la junta, con cara de asombro dijo: -Está firmada por el apóstol Pablo-. “Y aunque la gente de este mundo piensa que ustedes son tontos y no tienen importancia, Dios los eligió, para que los que se creen sabios entiendan que no saben nada. Dios eligió a los que, desde el punto de vista humano, son débiles, despreciables y de poca importancia, para que los que se creen muy importantes se den cuenta de que en realidad no lo son. Así, Dios ha demostrado que, en realidad, esa gente no vale nada.” 1 Corintios 1: 27