Ninguna persona aparte de Jesús, modeló la historia del
cristianismo como el apóstol Pablo. Aún antes de ser creyente, sus acciones
fueron significativas. Su persecución frenética de los cristianos, luego de la
muerte de Esteban, motivó que la iglesia empezara a obedecer el mandato final
de Cristo de llevar el evangelio a todo el mundo. El encuentro personal de
Pablo con Cristo, cambió su vida. Nunca perdió su impetuosa intensidad, pero a
partir de allí esta se canalizó a favor del evangelio. Hasta la conversión de
Pablo, muy poco se había hecho para llevar el evangelio a los gentiles. Realizó
tres largos viajes misioneros y fundó numerosas iglesias en Asia Menor, Grecia,
y posiblemente España. Escribió epístolas a muchas iglesias y a varios
individuos, que ahora representan una cuarta parte del Nuevo Testamento. Tras
su arresto en Jerusalén, fue enviado a Roma y de acuerdo con la tradición, su
liberación de la cárcel le permitió continuar el trabajo misionero; fue
arrestado, encarcelado de nuevo en Roma, y decapitado en las afueras de la
ciudad. Dios no desperdició ningún rasgo de Pablo: trasfondo, preparación,
ciudadanía, mente e incluso debilidades. Nos confrontamos con una labor grande
y ardua. Pero un hombre fuerte quiere una arena y nunca un nido. Vuestra
elección está entre una vida de egoísmo y una vida de servicio. Algo nos
costará el escoger el camino de servicio altruista en vez de aquel de placer o
de ganancia mundanal. ¿Está dispuesto a dejar que Dios haga lo mismo con usted?
¡Nunca sabrá todo lo que Él puede hacer hasta que le permita tener todo lo que
usted es!