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sábado, 9 de diciembre de 2017

El juego del poder

¡Muchos desean tener poder sobre los demás! Sin embargo, resulta peligroso demostrarlo abiertamente por lo que recurren a la sutileza, a la decencia, a la simpatía y a la democracia cuando en realidad son engañosos. Aparentan refinamiento y elegancia por fuera pero indirectamente se burlan de sus adversarios y desbaratan sus planes de la forma más sutil y disimulada posible. Son expertos en clavar un puñal por la espalda de su contrincante con guantes de terciopelo y con la más afable de las sonrisas. En lugar de recurrir a la coerción o a la franca traición recurren a la seducción, el encanto y el engaño planificando sus movimientos por adelantado en ¡Una guerra fría, una guerra civilizada! Lord Chesterfield decía que: “Las cortes son, sede de cortesía y buena cuna; si no fuera así, serian sede de masacre y desolación. Quienes ahora se sonríen y se abrazan se enfrentarían y apuñalarían entre sí, si los buenos modales no se interpusieran entre ellos”. Muchas organizaciones que aparentan ser civilizadas, decentes, democráticas y que apelan al juego limpio en su brillante superficie, no son más que un caldero que hierve oscuras emociones: ambición, envidia, deseo y odio. Siguen el consejo de Napoleón al pie de la letra cuando dijo: “Cubre tu mano de hierro con un guante de terciopelo”. Es lamentable que: “Muchos hombres que intentan ser buenos todo el tiempo, decía Maquiavelo, terminan arruinados entre la cantidad de hombres que no lo son”.