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domingo, 14 de enero de 2018

Envidia


Solo una minoría triunfa en el juego de la vida, y los integrantes de esa minoría inevitablemente despiertan la envidia de quienes los rodean. Una vez que usted conozca el éxito, la gente que usted más debe temer es aquella que tiene más cerca, en su propio círculo: los amigos y conocidos que usted, con su triunfo, ha dejado atrás. Esquilo (525-456 a.C.) dijo: “No muchos hombres pueden amar sin sentir envidia a un amigo cuya fortuna prospera… sienten la felicidad de los demás como una maldición propia”. Los sentimientos de inferioridad les roerán las entrañas; pensar en el éxito de usted solo acentúa la sensación de estancamiento o fracaso que experimentan. Una de las cosas que más difíciles resultan al ser humano es manejar sus sentimientos de inferioridad ante alguien que le supera. Esta perturbación despierta emociones negativas: ¡Envidia! La cual nadie admite porque es un sentimiento que la sociedad condena. Admitir la envidia es demostrar nuestra inferioridad de modo que es un sentimiento clandestino. Plutarco (46 – 120 d.C.) decía que: “De todos los trastornos del alma, la envidia es el único que nadie admite tener”. Siempre es peligroso mostrarse superior a los demás. Recuerde que la envidia genera enemigos silenciosos. A veces no queda otra que poner de manifiesto sus propios defectos y admitir vicios inofensivos con el fin de desviar la envidia y parecer más humano y accesible. “La envidia, dijo Thoreau, es el impuesto que debe pagar la distinción”.