Si una persona “no salva” se suicida, no ha hecho nada más que
“acelerar” su viaje al infierno. Sin embargo, esa persona que se suicidó estará
en el infierno por rechazar la salvación a través de Cristo, no porque se haya
suicidado. ¡El suicidio no es lo que determina si una persona logra entrar al
cielo! Solo la gracia y la misericordia de Dios tienen la última palabra según
Santiago 2: 8 – 13. Y de la manera en que nos compadecemos por las acciones
incorrectas de los demás, así Dios se compadecerá de cada uno de nosotros. La
compasión es la única que nos ayuda a entender que cada persona conoce su
propia amargura (Proverbios 14:10) y que cada uno sabe cuál es el azote de su
propio corazón (1 Reyes 8: 38). No importa cuán perdida esté una persona, Dios
es poderoso para hacerlo renacer de nuevo y darle fe en Cristo. Lo anterior nos
lleva a predicar con más denuedo sabiendo que los propósitos de Dios para
nuestro evangelismo se cumplirán, y que Él es soberano para llevar su salvación
a cualquiera.
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