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miércoles, 14 de octubre de 2020

Fanatismo religioso


Mientras que unos cuantos “cristianos” han elaborado una fantasiosa y sobre elaborada versión del relato navideño, muchos otros “cristianos” han abrazado su propia mitología anti navideña. Poco les importa si lo que profesan se basa en hechos reales o en puros inventos nacidos del fanatismo religioso. Lo único que parece importarles es atacar una festividad que les parece ofensiva: La Navidad. Existe un mito anti navideño, sin fundamento en las Escrituras y compuesto por una complicada mitología tres personajes, sin conexión alguna entre ellos: Nimrod (Génesis 10: 8 – 9), Semíramis (La casi mitológica reina asiria) y Tamuz (el mitológico dios sirio de la fertilidad y de origen caldeo). Se dice que Nimrod nació el 25 de diciembre y se unió con su madre Semiramis, de esta unión nació Tamuz, en la misma fecha que su padre-hermano. Nimrod muere y asciende al cielo convertido en sol. En el lugar de su tumba creció un árbol que Semiramis adornaba  todos los años en la fecha de Natalicio de su hijo-esposo. Así se originaría uno de los cultos más antiguos de la humanidad. La Navidad es una fiesta cristiana si los celebrantes son cristianos y hacen de la encarnación de Cristo el centro del festejo. Colocar o no el árbol, celebrar o no la Navidad, no significa mayor o menor compromiso con los valores enseñados por Jesús. Los que han concluido no hacerlo están en su derecho, lo verdaderamente inquietante es cuando su decisión la quieren hacer válida para los demás y miden la fidelidad al Evangelio con lo que se hace o deja de hacer el 25 de diciembre. “Hay quien considera que un día tiene más importancia que otro, pero hay quien considera iguales todos los días. Cada uno debe estar firme en sus propias opiniones. El que le da importancia especial a cierto día, lo hace para el Señor. El que come de todo, come para el Señor, y lo demuestra dándole gracias a Dios; y el que no come, para el Señor se abstiene, y también da gracias a Dios… Tú, entonces, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú, ¿por qué lo menosprecias?” (Romanos 14:5-7, 10).