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lunes, 17 de julio de 2017

Un buen comienzo no garantiza un buen final


La manera como uno termina es más importante que la manera como uno comienza. Un final feliz es el resultado de buenas decisiones, y de una disciplina fiel y constante durante toda la vida. Saúl fue una vez un guerrero alto, apuesto, modesto, generoso, valiente, un líder y servidor humilde. De la noche a la mañana Saúl rompió todos los índices de popularidad, demostrando ser un guerrero valiente y capaz, un competente general y un sólido líder. Pero, por no querer someterse a Dios su corazón se endureció, se hizo más grande a sus propios ojos que a los ojos de Dios. Se convirtió en una víctima de sí mismo: se llenó de orgullo, impaciencia, rebeldía, celos e intentos de asesinato. Sin embargo Dios le dio al rey una nueva oportunidad para que este se sometiera a Él y reconociera a Dios como el verdadero rey de Israel (1 Samuel 15) pero nuevamente desobedeció y se excusó,  transfiriendo la culpa, para ocultar su mentira. Samuel desiste de salvar la corona de Saúl quien se había convertido en un caso perdido y le dice: “Como tú no quieres nada con Dios, Dios tampoco quiere nada contigo” (V. 23) ¿El triste final de Saúl? ¡El suicidio! A diferencia de Saúl, dé marcha atrás. Reconozca su error. Busque la misericordia del Señor. Inclínese humildemente delante de Dios. Póngale fin a su rebeldía. Verás que Él está listo a escuchar, dispuesto a perdonar y lleno de misericordia.