“Entonces Jesús les contó una historia para enseñarles que siempre
deben orar y nunca perder la esperanza: "En un pueblo había un juez que no
tenía temor de Dios y tampoco le importaba lo que pensaran los demás. En ese
pueblo había también una viuda. Ella le insistía al juez y le decía: 'Hay un
hombre que me está haciendo daño. ¡Pido justicia!' Por un tiempo, el juez no
quiso ayudarla, pero después se dijo a sí mismo: 'No temo a Dios y tampoco me
importa lo que piensen los demás, pero ayudaré a esta viuda. Si no lo hago, me
seguirá molestando y me hará la vida insoportable'". Entonces el Señor
dijo: "Fíjense en lo que dijo el juez malo. El pueblo de Dios clama a él
de día y de noche, y él siempre hará justicia para su pueblo y no tardará en
darle lo que necesita. Les aseguro que Dios hará justicia rápidamente para
defenderlos. Pero cuando el Hijo del hombre venga a la tierra, ¿encontrará aquí
gente que crea en él?" Insistir en nuestras oraciones hasta obtener
respuesta no significa una repetición sin fin, ni estar en reuniones de oración
prolongadas y tediosas. La oración perseverante implica ser constantes en
nuestras peticiones delante de Dios, como si viviéramos por El de día en día,
con la certeza de que responderá. Cuando vivimos por fe, no debemos rendirnos.
Dios puede demorar su respuesta, pero siempre tendrá buenas razones y no
debemos confundirlas con negligencia de su parte. Al persistir en la oración,
crecemos en carácter, fe y esperanza.