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miércoles, 4 de octubre de 2017

Verdadero amor


Mis padres vivieron 55 años casados. Una mañana mi mamá bajaba las escaleras para prepararle a papá el desayuno y sufrió un infarto. Cayó. Mi padre la alcanzó, la levantó como pudo y casi a rastras la subió a la camioneta. A toda velocidad, rebasando, sin respetar los altos, condujo hasta el hospital. Cuando llegó, por desgracia, ya había fallecido. Durante el sepelio, mi padre no habló, su mirada estaba perdida. Casi no lloró. Esa noche sus hijos nos reunimos con él. En un ambiente de dolor y nostalgia recordamos hermosas anécdotas. De pronto mi padre pidió: ― Llévenme al cementerio. ― Papá -respondimos-, ¡Son las 11 de la noche, no podemos ir al cementerio ahora! Alzó la voz y con una mirada vidriosa dijo: ― No discutan, por favor, con el hombre que acaba de perder a la que fue su esposa por 55 años. Se produjo un momento de respetuoso silencio. No discutimos más. Fuimos al cementerio, pedimos permiso al velador, y con una linterna llegamos a la lápida. Mi padre la acarició, lloró y nos dijo a sus hijos que veíamos la escena conmovidos: ― Fueron 55 buenos años... saben. Nadie puede hablar del amor verdadero, si no tiene idea de lo que es compartir la vida con una mujer así. Hizo una pausa y se limpió la cara. ― Ella y yo estuvimos juntos en aquella crisis por cambio de empleo, compartimos la alegría de ver a nuestros hijos terminar sus carreras, lloramos uno al lado del otro la partida de seres queridos, rezamos juntos en la sala de espera de algunos hospitales, nos abrazamos en cada Navidad, y perdonamos nuestros errores... ― Hijos, ahora se ha ido y estoy contento, ¿Saben por qué?, porque se fue antes que yo, no tuvo que vivir la agonía y el dolor de enterrarme, de quedarse sola después de mi partida. Seré yo quien pase por eso, y le doy gracias a Dios. La amo tanto que no me hubiera gustado que sufriera... Cuando mi padre terminó de hablar, mis hermanos y yo teníamos el rostro empapado de lágrimas. Esa noche entendí lo que es el verdadero amor…