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viernes, 3 de enero de 2020

En la sangre está la vida

En 1914 en Bélgica se llevó a cabo la primera transfusión de sangre de manera no directa. Hoy, las transfusiones de sangre nos parecen muy comunes, pero son relativamente novedosas en la historia. En 1628 se descubrió la circulación intravenosa y empezaron a realizarse las transfusiones directas entre dos personas. En 1910 se descubrió que agregar anticoagulante a la sangre y refrigerarla permitía su almacenamiento. Finalmente, esto llevó al establecimiento de bancos de sangre. “Donar sangre es donar vida” dice el eslogan. Y es considerado como un acto de altruismo. De hecho, está prohibida la comercialización de sangre. ¡Es un acto de desprendimiento! Cuando un enfermo necesita desesperadamente de sangre, sus familiares y amigos la donan. Jesús dijo: “No hay un amor más grande que el dar la vida por los amigos” (Juan 15: 13) Y ser el mayor donante de sangre de la historia, convierte a Jesús en el mayor amigo de la humanidad. Hemos sido justificados por su sangre (Romanos 5: 9), tenemos redención a través de ella (Efesios 1: 7), su sangre purifica nuestra conciencia (Hebreos 9: 14) y por medio de ella obtenemos el perdón de pecados (Colosenses 1: 14). Jesús no solo dio la vida por sus amigos, sino que, aun siendo enemigos, su sangre compró nuestra salvación (Romanos 5: 7 – 11). Hoy es un buen día para recibir los beneficios de esa “transfusión de vida” que Cristo obró en la cruz.