En Juan 7: 24 Jesús nos ordena juzgar y como debemos hacerlo. En
primer lugar, algo no está mal solo porque así lo parezca y antes de ser
afirmarlo debe existir un cien por ciento de seguridad en la realidad de las
cosas. Si vamos a tomar un curso de acción debemos hacerlo de la manera
“correcta” ¡He aquí la diferencia! En Juan 8: 3 – 11 Jesús utiliza el principio
del Justo Juicio en el trato a la mujer adúltera. Aquellos que la juzgaban
desconocían la totalidad de los hechos y esto queda demostrado por la
parcialidad como manejaron el suceso. Además, al irse, los acusadores demostraron
que sus vidas no eran mejores que la de la mujer infiel a la que querían
apedrear. Al final de la historia ni los
maestros de la ley ni el mismo Jesús, que podía hacerlo, condenan a la mujer. ¡Pero
tampoco Jesús se hace cómplice de su pecado! Al contrario, Él utiliza el
principio del Justo Juicio al decirle: “Puedes irte, pero no vuelvas a pecar”.
Cuando juzgas justamente a otro, estás más interesado en su restauración
(Gálatas 6: 1) y en cumplir tu responsabilidad de arrancarle un alma al
infierno (Santiago 5: 19 – 20).
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