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lunes, 28 de septiembre de 2020

La Soberanía de Dios sobre el hombre


“Entonces bajé a la casa del alfarero, y lo encontré trabajando en el torno. Pero la vasija que estaba modelando se le deshizo en las manos; así que volvió a hacer otra vasija, hasta que le pareció que le había quedado bien.” Jeremías 18: 3 – 4. En esta alegoría, una parte del material no quería cooperar, era un barro estropeado, sin embargo, el alfarero tuvo compasión, no lo abandonó y lo volvió a moldear. Vivimos en la época de los derechos: diversidad, derechos humanos, libertad para protestar, libertad de elección… ¿Y los derechos de Dios? Se nos olvida que Dios es el alfarero y nosotros el barro, que Dios es el Creador y nosotros criatura. Dice el Apóstol Pablo: «¿Quién eres tú para pedirle cuentas a Dios? ¿Podrá un objeto decirle a quien lo hizo: “¿Por qué me has hecho así?”». Romanos 9: 20. La alfarería no es una distracción o un pasatiempo. Dios no está jugando contigo ¡Él tiene un propósito en tu vida! Jeremías observa al alfarero sin tener ni la menor idea de lo que el alfarero está formando, el barro no sabe su propósito ¡Pero Dios sí! El alfarero es bondadoso. No quiere hacer daño al barro. Quiere que el barro se rinda, abandonándose en sus manos, porque quiere crear algo de él. Mira el rostro del alfarero, cuan absorto está. ¡Cuán interesado está en el barro!