domingo, 9 de julio de 2017

Confiando en Dios en medio de un mundo hostil


Todos sabemos que cualquier cosa que hagamos trae aparejada una consecuencia. Lo que hacemos puede desencadenar una serie de sucesos que pueden continuar aun después de que nos hayamos ido. Desafortunadamente, cuando tomamos una decisión, por lo general sólo pensamos en las consecuencias inmediatas. Abraham tenía que tomar una decisión. Tenía que elegir entre establecerse con su familia y sus pertenencias en lugares desconocidos o permanecer dónde estaba. Tenía que elegir entre la seguridad de lo que ya tenía y la incertidumbre de viajar bajo la dirección de Dios. Lo único que lo podía llevar a trasladarse era la promesa de Dios de que lo guiaría y bendeciría. Lo menos que podía imaginar Abraham era cuánto dependía el futuro de su decisión de quedarse o continuar. Su obediencia afectó la historia del mundo. Su decisión de seguir a Dios puso en marcha el desarrollo de la nación que a la larga Dios utilizaría como propia al venir a vivir a la tierra. Cuando Jesucristo vino a la tierra, se cumplió la promesa de Dios: por medio de Abraham fue bendecido todo el mundo. Quizá usted desconozca los efectos a largo plazo que tienen las decisiones que toma hoy. Pero el hecho de saber que tendrán consecuencias posteriores debería hacerlo pensar cuidadosamente y buscar la dirección de Dios al tomar decisiones y llevarlas a cabo. No ha habido nadie más dispuesto que Abraham a creer todo lo que Dios le decía. Cuando Dios le dijo “ve”, fue. Su peregrinaje, como el nuestro, revela fracasos e inconsistencias, debilidad y pecado. Sin embargo, Dios transformó a Abraham en la persona que él quería que fuera y para lo que le había escogido…