sábado, 8 de julio de 2017

Morir para vivir


Cuando algo muere hay que enterrarlo. Dejarlo expuesto produce un olor insoportable. ¡Nada es para siempre! Salvo la vida que el Señor ofrece, todo lo demás muere. Se mueren las finanzas, las personas, las épocas, las relaciones, la salud, el trabajo, las posiciones, etc. Muchos prefieren vivir los restos de sus vidas con el olor nauseabundo del lamento, la queja y la victimización. Sus vidas dejan de fluir, ignorando que cuando algo muere es porque hay otro algo que quiere vivir. “No se equivoca la semilla cuando muere en el  surco para hacerse planta; se equivoca la que, por no morir bajo la tierra, renuncia a la vida”. El Señor le dijo a Josué: “Mi siervo Moisés ha muerto… ahora sube tú a la tierra que os he entregado. ¡Josué, La vida no se detiene! Entierra a Moisés y tú sigue adelante.” Cuando algo muere aparecen las voces de los que deprimen y oprimen. Nunca faltan los que vienen para culparnos de la muerte de “ese algo”, para darnos las consabidas clases de lo que deberíamos haber o no haber hecho. Job los tenía en medio de su quebranto. Filósofos y eruditos de la existencia humana que solo multiplican el olor de lo que murió. Ellos podrían escribir libros que lo explican todo y ¡Serían Best Sellers! No pierdas el tiempo escuchándolos. ¿Que se te fue? ¿Lo lloras? ¡Está bien! Llóralo un rato pero luego entiérralo y recuerda la vida no se detiene, tampoco te detengas tú. ¡Aprende de lo sucedido y sigue adelante! El reloj de Dios tiene su tiempo ajustado para todas las cosas y siempre da la hora exacta aunque casi nunca coincide con tu reloj…