martes, 11 de julio de 2017

Una comuniòn restaurada


No hay ningún otro capítulo en las Escrituras, como el Salmo 51, que presente un modelo tan acabado acerca de cómo debe una persona resolver la culpa. David estaba de verdad arrepentido de su adulterio con Betsabè y de asesinar a su esposo para cubrir este pecado. Sabía que sus acciones dañaron a mucha gente. Sin embargo, debido a que se arrepintió, Dios lo perdonó misericordiosamente. ¡Ningún pecado es demasiado grande para que no reciba perdón! David confiesa su pecado sin intentar justificarse en absoluto; también reconoce toda la gravedad de su falta, se encomienda a la misericordia de Dios, y aun admite que la corrupción reside en la esencia de su propia naturaleza. ¿Cuándo exactamente escribió David este salmo? ¿Antes o después que muriera su hijo? Creo que antes. Su ruego por la vida del niño, en oración y ayuno, seguramente fue sincera (2 Samuel 12: 16), pero la muerte del bebé no encontró a David deprimido, sino listo para encarar la vida con gozo en Dios. Muchos problemas lo aguardaban, conflictos familiares y políticos de un tenor que hubieran amargado a cualquiera. Pero David había descubierto el secreto de la comunión restaurada con Dios y por eso todavía se le considera como el rey más grande que haya gobernado a Israel. ¡Mientras haya vida hay esperanza! Todavía hay oportunidad para venir ante Dios y ponerse a cuentas, y expresar con corazón arrepentido: “Oh Dios, ¡pon en mí un corazón limpio!, ¡dame un espíritu nuevo y fiel!” Salmo 51: 10