lunes, 17 de julio de 2017

La reina y el mendigo

Una vez un limosnero que estaba tendido a un lado de la calle, vio venir, a lo lejos, a la Reina del lugar. Y éste pensó: "Le voy a pedir, ella es buena y seguro me dará algo". Y cuando la Reina se acercó, le dijo: — ¡Majestad! ¿Podría, por favor, regalarme una moneda? — ¡Y en su interior pensaba que ella le daría mucho! La Reina lo miró y le respondió: — ¿Por qué no me das algo tú? Acaso, ¿no soy tu Reina? El mendigo no sabía que responder y sólo atinó a balbucear: —Pero, Majestad… ¡Yo no tengo nada! La Reina le contestó: —Algo debes tener… ¡busca!… Entre asombro y enojo, el mendigo buscó entre sus cosas y vio que tenía una naranja, un pan y unos granos de arroz. Pensó que la naranja y el pan eran mucho para darlos, así que, en su molestia, tomó cinco granos de arroz y se los dio a la Reina. Complacida ella le dijo: — ¡Ves, como sí tenías!… Y le acercó cinco monedas de oro: Una por cada grano de arroz. El hombre dijo entonces: —Majestad… creo que acá tengo otras cosas. La Reina lo miró fijamente a los ojos y con dulzura le comentó: —Solamente de lo que has dado de corazón te puedo retribuir. Por tanto, no pidas lo que no das y no exijas lo que no entregas… si no te gusta lo que recibes, revisa muy bien lo que estás dando. En todos los aspectos de la vida, a la larga o a la corta sólo cosechas lo que siembras. Alguien dijo en una ocasión que: “La vida recompensa de manera extraordinaria a quienes se entregan de forma extraordinaria”.