lunes, 10 de julio de 2017

¿Me amas?

“Entonces Pedro salió de allí y lloró amargamente” (Lucas 22: 62). Pedro lloraba con mucha tristeza no  solamente porque había negado a su Señor sino porque le dio la espalda a un amigo muy querido con el cual compartió tres años y del cual aprendió mucho. Horas antes había manifestado, muy seguro, que nunca lo negaría pero al invadirlo el temor olvidó su promesa. Falló como discípulo y amigo, como muchas veces usted y yo lo hemos hecho producto de nuestra torpe autosuficiencia. La humillante experiencia lo tiene envuelto en la agonía del dolor y el remordimiento por lo que Jesús toma la iniciativa de irlo a buscar. Al verlo le hace tres veces la misma pregunta: Pedro, ¿me amas? El mismo número de veces que Pedro le había negado ¡Pedro había aprendido la lección! Sus respuestas en esta ocasión tuvieron un matiz diferente. Le dice a su Maestro que escudriñe su corazón y que constate sus palabras. Ya no es aquel impetuoso que respondía por sobresalir, ahora es una “roca” que impregna a sus respuestas sus más profundos sentimientos salidos de un corazón arrepentido, que después de muchos yerros, reconoció la importancia de la prudencia y el valor que se debe mostrar en la adversidad. Este era el momento de demostrar que ya no era el mismo. Había aprendido que una cosa es decir, y otra es demostrar con hechos. La muestra verdadera de amor sería efectiva al apacentar las ovejas del Señor dedicando su vida en un trabajo nuevo: evangelizar. ¿Cuantas veces Jesús te ha hecho la misma pregunta? ¿Una, tres, cinco, diez veces? ¿Y no has sabido que responder? o tal vez tu respuesta no ha llenado las expectativas del Maestro. Hoy te vuelve a repetir la pregunta: ¿Me amas?