“Juan, uno de los doce discípulos, le dijo a Jesús: —Maestro,
vimos a alguien que usaba tu nombre para sacar demonios de las personas, pero
nosotros le dijimos que no lo hiciera, porque él no es de nuestro grupo.”
(Marcos 9: 38) Es muy poco lo que sabemos de este hombre, salvo que no
pertenecía al grupo de los discípulos quienes creían orgullosamente que tenían
el monopolio exclusivo y absoluto de Jesús. Cabe destacar que en ningún momento
se pone en duda el hecho de que realmente echaba fuera los demonios. No era un
falso exorcista como los hijos de Esceva que Pablo encontró en Éfeso (Hechos
19: 13 – 16) Por lo tanto ¡Era alguien que estaba siendo usado por el Señor
para liberar a las personas del poder de Satanás! No hay mención de que
estuviera enseñando ninguna falsa doctrina ya que lo hacía “En nombre del Señor”.
Sin embargo, los discípulos no estaban dispuestos a reconocer a nadie que no
perteneciera a su selecto grupo. Desgraciadamente, este mismo espíritu
intolerante atenta hoy en día en contra de la obra de Dios. “Pero Jesús dijo: —No
se lo prohíban, porque nadie podría maldecirme después de haber hecho un
milagro usando mi nombre. Quien no está contra nosotros, realmente está a
nuestro favor.” (Marcos 9: 39 – 40) ¡El hombre reconocía a Jesús como el Autor
real de los milagros! Era un hermano y colaborador, no un enemigo y opositor. Era
alguien “de los nuestros”.