El Rubicón es un río italiano que desemboca en el mar Adriático, y
que, a pesar de ser corto, se caracteriza por ser torrencial. Sus aguas se
tiñen con el color de la arcilla que lo rodea por lo que su nombre viene del
color rubí. En época de Julio César (49 a.C.), el río marcaba la frontera entre
las Galias y la república de Roma. ¡Cruzarlo era ilegal! Roma consideraba una
provocación que tropas de su propio ejército atravesaran ese río en armas en
dirección a la ciudad. Después de meditarlo, Julio César decidió infringir la
ley, sabiendo que esto podía ser el inicio de un conflicto bélico. Dicen que
Julio César pronunció la famosa frase: “ALEA IACTA EST” (“La suerte está echada”
o “Los dados se han lanzado”) señalando que ya no había vuelta atrás tras ese
gesto. Fue una decisión trascendental y de consecuencias irreversibles. A Julio
César no le quedaba ya sino afrontar las inevitables consecuencias. La guerra
civil, denominada: “La Segunda Guerra Civil de la República de Roma”, en
efecto, se produjo y acabó con la victoria de Julio César. Desde entonces se
emplea la expresión “Cruzar el Rubicón” cuando alguien decide lanzarse a hacer
alguna cosa, aun sabiendo que le puede traer graves consecuencias que ya no van
a poder evitarse. Es dar un paso irrevocable más allá del punto de no retorno
tal y como lo dijo Franz Kafka: “A partir de cierto punto no hay retorno, Ese
es el punto que hay que alcanzar”.