Dice Romanos 8: 29 que, desde el mismo principio, Dios ya sabía a
quienes iba a elegir. A esos predestinó, llamó, les reestableció su amistad y
los hizo partícipes de su gloria. ¿Por qué Dios escogería a unos y a otros no?
Romanos 3: 23 expresa que Dios no es injusto con aquel que no elige porque ese
recibirá lo que merece. 2 Timoteo 1: 9 dice que es el amor de Dios sobre
cualquier calificación humana la que determina la soberana elección del
Altísimo y que ese amor es extensivo a la humanidad entera (Juan 3: 16).
Entonces, si el hombre ha sido predestinado desde el principio… ¿Para qué le
predicamos? La aparición de Dios a Pablo en Hechos 18: 9 – 10 y la convicción
del apóstol de llevar el mensaje a otros (2 Timoteo 2: 10) deja claro que la
predestinación no es un pase especial para entrar al cielo. Todo ser humano
puede decidir, por sí mismo, hacer, si quiere o no, lo que la ley divina le
permite o no le permite llevar a cabo. Por lo tanto, debemos cambiar el enfoque
de la predestinación y entender que ¡No es un pase especial! Sino más bien un
“llamado” (1 Pedro 2: 9) para anunciar las poderosas obras de aquel que nos
sacó de la oscuridad para entrar en su luz maravillosa. Tu prójimo está
muriendo… 150 mil personas descienden al infierno cada día y es un crimen que
retengas la información que puede salvarles la vida.