Hay relaciones consanguíneas o de afectividad natural que, aunque
nos aporten “determinadas” cosas positivas, cuando las colocamos en una
balanza, terminan causando más daño que bien. Contaminan nuestra vida y
terminan contagiándonos emociones negativas que no necesitamos. Ahora, reconocemos
que las críticas son positivas, siempre y cuando tengan un objetivo
constructivo y nos ayuden a reparar un error o a crecer. Sin embargo, hay personas
que solo critican por el placer de criticar y causarle daño a los demás. Y casi
siempre son aquellas personas que nos rodean y que afirman constantemente que
nos quieren. Sin embargo, ¿Cómo puede decir un ser humano que ama a otro ser
humano cuando solo le desea el mal? ¿Es posible que el fracaso y la tristeza
del prójimo produzca dicha y felicidad? ¿De dónde puede emerger sentimientos
tan “oscuros”? Jesús dijo que: “Lo que sale de la persona es lo que la
contamina. En efecto, de adentro, del corazón humano, salen los malos
pensamientos, la inmoralidad sexual, la maldad, el libertinaje, la envidia, la
calumnia, la arrogancia y la necedad. Estas cosas malas salen de adentro y son
las que contaminan a la persona.” Personas, con esta forma de ser y comportamiento
están contaminadas y no se complementan con nosotros por lo que mantener una
relación estrecha con ellas solo puede hacernos daño. ¿Qué hacer al respecto?
El apóstol Pablo tiene la respuesta en Romanos 12: 21: “No te dejes vencer por
el mal; al contrario, vence el mal con el bien”. La distancia, el silencio y el
tiempo dará la razón a quien la tiene…