lunes, 30 de diciembre de 2019

Jesús y Alejandro

Me gusta el poema “Los conquistadores”, de Charles Ross Weede, que dice: “Jesús y Alejandro Magno murieron a la edad de treinta y tres años. Uno vivió para sí mismo, el otro, para ti y para mí. El griego murió en un trono; el judío sobre una cruz. La vida de uno pareció ser triunfal; la del otro, una gran derrota. Uno dirigió grandes ejércitos; el otro anduvo solo. Uno derramó la sangre de todo el mundo; el otro dio la suya propia. Uno conquistó el mundo durante toda su vida, pero lo perdió a su muerte; el otro perdió su vida para ganar la fe y la confianza de todo el mundo. Uno murió en Babilonia, el otro sobre el Calvario. Uno ganó todo para sí; el otro se dio a sí mismo. Uno conquistó todos los tronos; el otro, todas las tumbas. Uno se erigió en un dios, Dios se humilló a sí mismo. Uno vivió solo para maltratar; el otro solo para bendecir. Cuando el griego murió, cayó para siempre su trono de espadas; pero Jesús murió para vivir para siempre como Señor de Señores. El griego esclavizó a los hombres; el judío los libertó; uno fundó su trono sobre la sangre; el otro sobre el amor. Uno tuvo su origen en la tierra; el otro, en el cielo. Uno conquistó toda la tierra, pero perdió la tierra y el cielo; el otro lo entregó todo para poder recibirlo todo. El griego murió para siempre; el judío, vive para siempre. Uno perdió todo lo que conquistó; el otro ganó todo lo que entregó”.  ¡Yo sin dudas, me quedo con Cristo!