“Entonces bajé a la casa del alfarero, y lo encontré trabajando en
el torno. Pero la vasija que estaba modelando se le deshizo en las manos; así
que volvió a hacer otra vasija, hasta que le pareció que le había quedado
bien.” Jeremías 18: 3 – 4. En esta alegoría, una parte del material no quería
cooperar, era un barro estropeado, sin embargo, el alfarero tuvo compasión, no
lo abandonó y lo volvió a moldear. Vivimos en la época de los derechos:
diversidad, derechos humanos, libertad para protestar, libertad de elección… ¿Y
los derechos de Dios? Se nos olvida que Dios es el alfarero y nosotros el
barro, que Dios es el Creador y nosotros criatura. Dice el Apóstol Pablo: «¿Quién
eres tú para pedirle cuentas a Dios? ¿Podrá un objeto decirle a quien lo hizo:
“¿Por qué me has hecho así?”». Romanos 9: 20. La alfarería no es una
distracción o un pasatiempo. Dios no está jugando contigo ¡Él tiene un
propósito en tu vida! Jeremías observa al alfarero sin tener ni la menor idea
de lo que el alfarero está formando, el barro no sabe su propósito ¡Pero Dios sí!
El alfarero es bondadoso. No quiere hacer daño al barro. Quiere que el barro se
rinda, abandonándose en sus manos, porque quiere crear algo de él. Mira el
rostro del alfarero, cuan absorto está. ¡Cuán interesado está en el barro!
lunes, 28 de septiembre de 2020
La Soberanía de Dios sobre el hombre
Vasos de honra y vasos de deshonra
¿Sabías que en los tiempos antiguos del pueblo de Israel existían
en la entrada de cada casa, unos vasos llamados “vasos de honra”, el cual
contenía agua fresca para todo aquel (visitantes, caminantes, etc.) que lo
necesitará y más si llegaban de alguna distancia muy larga? En 2 Timoteo 2: 20
la casa que hace referencia esta analogía es el cuerpo de Cristo en donde hay
recipientes que cumplen diferentes propósitos. Algunos son honrosos como una
copa de oro y otros no tan honrosos como un basurero ¡Pero eso no es culpa de
Dios! Todos hemos sido llamados para ser vasos de honra, sin embargo, el tipo
de vaso lo determina cada uno. ¿Por qué tantos creyentes escogen hacer lo
mínimo en el reino de Dios? ¿Por qué se contentan con ser recipientes para usos
viles o comunes? Porque les falta una cosa que todo utensilio honroso debe
tener: “Disposición”. Pablo continúa su analogía explicando en 2 Timoteo 2: 21
que Dios solo utiliza vasos limpios de toda maldad. Un vaso limpio es un
instrumento adecuado por medio del cual fluye la honra, la santidad y la
utilidad al Señor. Su condición de limpieza lo deja apto para hacer cualquier
cosa en la Casa (Iglesia) de Dios. Recuerda que un vaso de honra tiene una
relación diaria (fresca) y real con el ESPÍRITU SANTO para que en el momento
que cualquier persona tenga necesidad de Dios, estemos disponibles para saciar
la sed espiritual de la gente.
Estamos en guerra
En Efesios 6: 11 - 18 el apóstol Pablo hace un llamado a la
batalla contra un enemigo invisible que solo puede ser confrontado a través de
una serie de armas espirituales: la verdad y la justicia. Así como el
evangelio, la fe, la salvación, la Palabra de Dios y la oración ¡En esta última
hace un énfasis muy especial! Para luchar esta guerra espiritual es
imprescindible conocer al general enemigo: El diablo, el cual es el líder de
los poderes del mundo invisible del mal (Efesios 2: 1-2). Debes saber que
Satanás y el tercio de los ángeles creados (ángeles caídos) son enemigos de
Dios, pero no pueden luchar contra el Altísimo, al contrario, ya han sido
juzgados y condenados (Juan 16: 8 – 11) y solo esperan ser lanzados al lago de
fuego al final de los tiempos (Apocalipsis 20: 7). Entonces el diablo, nuestro
adversario, sabiendo que le queda poco tiempo, odia todo lo que se parezca a la
imagen de Dios, por tanto, también aborrece al hombre e intenta controlarlo.
Vivimos tiempos malos (Efesios 5: 16) por lo que Pablo hace un llamado a la
batalla: a toda la iglesia en forma corporativa como a un ejército, no a cada
santo en particular. ¡Los soldados que andan solos son fáciles de eliminar!
Esta lucha, aunque no sea visible, es real; 24/7 nos encontramos inmersos en
una contienda bélica cuyos estragos se producen en las almas de seres humanos
dotados de libre albedrío. Estamos en guerra y necesitamos armarnos hasta los
dientes, conocernos a nosotros mismos y a nuestro oponente… mañana puede ser
tarde…
sábado, 12 de septiembre de 2020
Las pruebas y las tentaciones
¿Sabías que Satanás sabe cuando atacar? A menudo Satanás no solo tienta nuestras
debilidades, sino también nuestros lados, que creemos que son fuertes. La
tentación a menudo viene después de un buen momento en nuestra vida espiritual
o en nuestro ministerio. Satanás elige el momento preciso para atacar, por lo
que debemos estar en guardia en tiempos de victoria y desaliento. Debemos
aprender como creyentes que Dios no tienta a nadie (Santiago 1: 13) pero si le
permite a Satanás que nos tiente para refinar nuestra fe y para aprender a
depender de Cristo ¡Tarde o temprano todos seremos probados! Es importante que
sepamos que existen tres áreas que Satanás usa para tentarnos (1 Juan 2: 16 –
17): (1) un intenso deseo por el placer físico, (2) un deseo insaciable por
todo lo que vemos y (3) el orgullo de nuestros logros y posesiones. Ahora, ¡La
tentación no es pecado! Y no existe fuerza humana que resista la tentación (Mateo
26: 41) la cual nunca será mayor a nuestra capacidad de resistencia. Si bien es
cierto, Dios permite las aflicciones en nuestra vida, Él también nos dará la
vía de escape para que podamos soportarlas (1 Corintios 10: 13). Una vez
superadas nos otorga el premio y el honor más grande que un ser humano pueda
recibir: La Vida Eterna (Santiago 1: 12).
El dicho de Jesús más utilizado
¿Sabías que el dicho de Jesús que más veces se ha utilizado es “No
juzguéis para que no sean juzgados? (Mateo 7: 1 – 5). Y no solo es el más utilizado,
sino que es el más mal utilizado. Por un lado, se encuentran los defensores de
la interpretación extremista: “No juzgo para que no me juzguen” lo cual
silencia al crítico aduciendo que nadie tiene derecho de realizar, a nadie,
señalamiento alguno. Por otro lado, tenemos el extremo del que juzga de manera
condenatoria, lo cual es un pecado ya que su única intención es convertirse en
un descubridor de faltas, negativo y destructivo con las demás personas. Saca
conclusiones sin investigar los hechos y juega al “santurrón” juzgando a otros
desde su propia justicia y orgullo. El mandato “No juzguéis” no es una
prescripción a ser ciegos, sino más bien una exhortación a ser bondadosos,
benévolos o nobles. “No Juzguéis” es una renuncia a la ambición presuntuosa de
jugar a ser Dios al colocarnos en alto como si fuésemos jueces. En todas
nuestras actitudes y conducta hacia otros no debemos actuar ni como jueces severos,
censuradores y condenatorios (V1-2), ni como hipócritas culpando a otros
mientras nos excusamos nosotros (V3-4), sino como hermanos, cuidando de otros a
tal punto que primero nos culpamos y corregimos nosotros y luego buscamos ser
constructivos en la ayuda que les damos a ellos (V5).
martes, 1 de septiembre de 2020
Un propósito detrás de cada problema
Los sufrimientos ligeros y pasajeros que hoy padecemos no se
comparan en nada con la gloria eterna (2 Corintios 4:17). No debería
extrañarnos si debemos afrontar problemas (1 Pedro 4: 12) ya que ellos ponen a prueba
nuestra confianza en Dios. Además, Dios usa nuestros problemas para acercarnos
a Él según el Salmo 34: 18 ya que toda situación adversa nos obliga a mirar a
Dios y a depender de Él tal y como lo expresa el apóstol Pablo en 2 Corintios
1: 9. Lo importante es siempre mantener la mirada enfocada en el resultado
final. Ahora, si queremos compartir su gloria también debemos compartir su
sufrimiento (Romanos 8: 17-18). Todo lo que sucede alrededor de los que aman a
Dios es para bien según Romanos 8: 28 – 29. Tenemos la certeza basada en que
Dios tiene el control y que Él es el diseñador de un plan maestro que involucra
todo lo que pasa en tu existencia ¡Todos los acontecimientos de tu vida obran
juntos. El Todopoderoso es el único que puede producir algo bueno del peor mal.
Sin embargo, esta promesa es solo para los hijos de Dios, aquellos que han sido
llamados de acuerdo a su propósito: Que tú y yo seamos a imagen de Su Hijo.
Ser como Cristo
Desde la creación, Dios anunció su intención de que el hombre
fuese como Cristo (Romanos 8: 29). Sin embargo, llegar a ser como Cristo
requiere esfuerzo y de ahí el consejo del apóstol Pedro de poner todo el empeño
en afirmar la confianza en Dios, esforzarse por hacer el bien y procurar
conocer mejor a Dios (1 Pedro 1: 5). Lo anterior se logra escogiendo abandonar
nuestras antiguas maneras de actuar y permitiéndole a Dios que dirija nuestros
pensamientos. Además, debemos desarrollar nuevos y consagrados hábitos. No
menos importante, es saber entender que la transformación que Dios realiza es lenta
(1 Corintios 3: 18), pero ¡No es culpa de Dios! Nosotros mismos debemos
reconocer que somos lentos de aprendizaje y que hay mucho que desaprender del
“viejo hombre” para aprender lo nuevo. Tal vez durante muchos años hemos venido
haciendo mal las cosas y no podemos pretender que con un chasquido de dedos
todo se arregle, máxime si existen consecuencias de nuestros malos actos y
personas involucradas en los acontecimientos. También somos muy temerosos y
reticentes al cambio, por el miedo a lo que podamos descubrir en el camino y,
por si fuera poco, desarrollar hábitos lleva tiempo. Practicar y practicar (1
Timoteo 4: 15) es el consejo de Pablo, un día a la vez con paso firme y que el
mundo vea la mejora continua. Sé paciente con Dios y contigo mismo porque lo
que Dios tiene planeado para ti sucederá con tranquilidad, pero con la certeza
de que ocurrirá en el tiempo Su tiempo (Habacuc 2: 3).