Desde la creación, Dios anunció su intención de que el hombre
fuese como Cristo (Romanos 8: 29). Sin embargo, llegar a ser como Cristo
requiere esfuerzo y de ahí el consejo del apóstol Pedro de poner todo el empeño
en afirmar la confianza en Dios, esforzarse por hacer el bien y procurar
conocer mejor a Dios (1 Pedro 1: 5). Lo anterior se logra escogiendo abandonar
nuestras antiguas maneras de actuar y permitiéndole a Dios que dirija nuestros
pensamientos. Además, debemos desarrollar nuevos y consagrados hábitos. No
menos importante, es saber entender que la transformación que Dios realiza es lenta
(1 Corintios 3: 18), pero ¡No es culpa de Dios! Nosotros mismos debemos
reconocer que somos lentos de aprendizaje y que hay mucho que desaprender del
“viejo hombre” para aprender lo nuevo. Tal vez durante muchos años hemos venido
haciendo mal las cosas y no podemos pretender que con un chasquido de dedos
todo se arregle, máxime si existen consecuencias de nuestros malos actos y
personas involucradas en los acontecimientos. También somos muy temerosos y
reticentes al cambio, por el miedo a lo que podamos descubrir en el camino y,
por si fuera poco, desarrollar hábitos lleva tiempo. Practicar y practicar (1
Timoteo 4: 15) es el consejo de Pablo, un día a la vez con paso firme y que el
mundo vea la mejora continua. Sé paciente con Dios y contigo mismo porque lo
que Dios tiene planeado para ti sucederá con tranquilidad, pero con la certeza
de que ocurrirá en el tiempo Su tiempo (Habacuc 2: 3).