¿Sabías que en los tiempos antiguos del pueblo de Israel existían
en la entrada de cada casa, unos vasos llamados “vasos de honra”, el cual
contenía agua fresca para todo aquel (visitantes, caminantes, etc.) que lo
necesitará y más si llegaban de alguna distancia muy larga? En 2 Timoteo 2: 20
la casa que hace referencia esta analogía es el cuerpo de Cristo en donde hay
recipientes que cumplen diferentes propósitos. Algunos son honrosos como una
copa de oro y otros no tan honrosos como un basurero ¡Pero eso no es culpa de
Dios! Todos hemos sido llamados para ser vasos de honra, sin embargo, el tipo
de vaso lo determina cada uno. ¿Por qué tantos creyentes escogen hacer lo
mínimo en el reino de Dios? ¿Por qué se contentan con ser recipientes para usos
viles o comunes? Porque les falta una cosa que todo utensilio honroso debe
tener: “Disposición”. Pablo continúa su analogía explicando en 2 Timoteo 2: 21
que Dios solo utiliza vasos limpios de toda maldad. Un vaso limpio es un
instrumento adecuado por medio del cual fluye la honra, la santidad y la
utilidad al Señor. Su condición de limpieza lo deja apto para hacer cualquier
cosa en la Casa (Iglesia) de Dios. Recuerda que un vaso de honra tiene una
relación diaria (fresca) y real con el ESPÍRITU SANTO para que en el momento
que cualquier persona tenga necesidad de Dios, estemos disponibles para saciar
la sed espiritual de la gente.