Mario Benedetti
dice que: “El secreto para un largo amor es el diálogo entre las diferencias.
No hay mejor camino para solucionar problemas y arreglar errores”. Es claro que
nadie quiere verse débil, por tanto, construir un proyecto común implica
escuchar, renunciar, reconocer equivocaciones, aceptar fracasos y para muchos
esto es un signo de debilidad. Sin
embargo, cuando hay un diálogo verdadero, ambos lados están dispuestos a
cambiar, siempre con la esperanza de arreglar aquello que está mal. Por eso dialogar
es un poderoso medio capaz de trascender las profundas e inevitables diferencias
individuales entre los seres humanos en sus diferentes contextos y relaciones.
Aristóteles decía que: “No se puede desatar un nudo sin saber cómo está hecho”,
de ahí que comunicarse en ambas vías, implica pensar crítico el cual genera paz
interna y mejora la relación con los demás. Ahora, no olvidemos que todo
acuerdo tiene una regla básica imprescindible: No se debe pedir ni se puede
ofrecer lo que no se puede entregar porque, en esa entrega se juega la propia
existencia de los interlocutores. Se debe afirmar la necesidad del otro,
reconocer que estamos en deuda con los demás y que somos dependientes de ellos
para nuestras vidas. Jamás existirá diálogo si no hay humildad y una fuerte e
inquebrantable fe en los seres humanos.