La Sinagoga se había convertido en una compañía de espías que
pesaban y filtraban cada palabra y acción para tener algo de que acusar a Jesús
y expulsarlo. Entonces, el Maestro se dirigió al templo del aire libre y enseñó
a la gente por las calles de las aldeas y por las carreteras, a la orilla del
lago y en sus propios hogares. Porque a persona
que tiene un mensaje auténtico que transmitir de parte de Dios, y un auténtico
deseo de transmitirlo, siempre encontrará o creará las oportunidades y Dios lo
va a respaldar. Cabe destacar que Cristo se dirigía a las muchedumbres sin
palabras complicadas ilustrando las cosas espirituales con las cosas de la
naturaleza y con los acontecimientos familiares de la vida diaria. Con un
estilo de enseñar muy suyo, sabía tocar el corazón y la mente de las gentes.
Sus dichos quedaron grabados en quienes le escuchaban, breves y concisos,
llenos de verdad y sabiduría, pronunciados con fuerza, obligaban a sus oyentes
a escuchar con atención y los apremiaban a vivir de otra manera. Su método
predilecto de enseñar era “contar cuentos” o parábolas, tomados de la vida
ordinaria, a través de una comparación de dos cosas en paralelo y convertida en
historia narrada. Cada relato tiene un extremo en forma de aguijón, un
bombardeo oculto, imposible de detectar y en cada una de ellos hay un elemento
sorpresivo y novedoso. Estás parábolas llaman a la reflexión e inspira a la
decisión, contienen verdades centrales y propósitos definidos.