Como resultado de nuestra relación con Cristo y del cambio que Él
ha operado en nuestras vidas, los hijos de Dios debemos tener el anhelo
ferviente de compartir nuestras experiencias a quienes nos rodean. Por lo
tanto, un testimonio es una presentación de gratitud a Dios por los hechos que
rodean un suceso. Cuando somos hijos de Dios podemos testificar de su obra en
nosotros, de nuestras peticiones contestadas y de cada una de sus maravillas
que Él hace a favor nuestro todos los días, porque “sus misericordias son
nuevas cada mañana”. Cuando Dios opera un milagro (suceso sobrenatural y fuera
de todo raciocinio humano) en nosotros, Él se agrada que lo presentemos con
hechos o que digamos cómo sucedió, “porque no podemos dejar de decir lo que hemos
visto y oído.” Hechos 4:20. Aquellos que escuchen ese testimonio fortalecerán
su fe y su confianza en Dios, y aguardarán con paciencia hasta ver cumplidos
sus propios milagros. ¿Por qué es tan importante testificar? Primero por agradecimiento
a Dios por lo que hizo, hace y continuará haciendo en tu vida y segundo, por
amor a tu prójimo. Cuando testificamos debidamente lo que Cristo ha hecho en
nuestras vidas, obedecemos a nuestro Padre, además, nosotros mismos somos
edificados con este hecho. Y lo más importante: Edificamos a nuestros oyentes a
través de un poderoso instrumento evangelístico, cuando estos hechos son
relatados y presentados claramente.