De los 37 milagros registrados en los Evangelios y realizados por
Jesús, 28 fueron de sanidad y resurrección. Cada milagro tuvo dos propósitos específicos:
1) Notificaron a "Satanás" que su derrota era inminente; y, 2)
aseguraron a la humanidad que mediante Jesús se puede alcanzar la redención.
Cada "milagro" que Jesús hace en tu vida te enseña que llegará un
momento cuando el pecado y la muerte no existirán más. ¡Jesús ha garantizado la
victoria final sobre el sufrimiento! (Apocalipsis 1: 18). Sin embargo, en
algunos casos, Jesús rehusó el hacer un "milagro" como cuando enfrentó
a "Satanás" en el desierto, o cuando la carga del pecado pesaba sobre
Él en el Getsemaní. También cuando la multitud lo animaba a demostrar que era
el Hijo de Dios, pidiéndole que descendiera de la cruz. ¿Por qué Jesús no hizo
milagros en esas y otras ocasiones? Cristo nunca quiso ejercer el poder divino
para su propio beneficio. Había venido para soportar la prueba, como debemos
soportarla nosotros, dejándonos un ejemplo de fe y sumisión. ¡Sus obras admirables,
fueron todas hechas para beneficio de otro! Jesús dijo: “Lo único que hago es
honrar a mi Padre…Yo no busco que me den la gloria a mí… ―Si yo me doy gloria a
mí mismo, mi gloria no sirve de nada. Pero el que me da la gloria es mi Padre,”
Juan 8: 49 – 50 y 54. El Señor renunció a cualquier enaltecimiento propio o
deseo de honor por parte de los hombres. Todo su interés se centraba en dar la
gloria a su Padre celestial sin preocuparse por él mismo.