Salomón dijo en una ocasión: “He sido testigo, en esta vida, que:
El corredor más veloz no siempre gana la carrera; no siempre el sabio tiene qué
comer; quien es inteligente no es necesariamente rico y el bien instruido no
siempre tiene éxito en la vida. El ejército más poderoso no siempre gana la batalla,
aunque esté mejor preparado para el combate.” ¿Será que aquel, tratando de ser
el mejor, no gana porque se cree que es el mejor? Unos se consuelan diciéndose a
sí mismos que “a veces se gana y a veces se pierde… ¡Pero siempre se aprende!”.
Y están los que envían a otros a apostar y arriesgar con un susurro en el oído:
“¡Gana o pierde, pero siempre inténtalo y lucha! Y yo me pregunto: “¿Por qué no
van ellos?” Ahora, el hecho de que siempre no se gana no debe arrojarte al sofá
de la autocompasión y el acostumbramiento. Deja de hacerte la víctima ¡Eres un
guerrero! Tal vez no estás tan bien como quisieras, pero tampoco estás mal como
otros quisieran. Dite a ti mismo: “Aún estoy aquí, de pie, dando pelea y puede
ser caiga. Sin embargo, de algo estoy seguro ¡En el suelo no me quedo! No te dejes
engañar acerca de que el mal casi siempre gana al bien, básicamente porque los
objetivos del mal y el camino para llegar a ellos son más fáciles que los que
persigue el bien. Da por bien perdido lo perdido, sobre todo cuando te sirva
para liberarte de algo. A veces se gana más cuando se pierde que cuando se
gana. Existen batallas que empobrecen al vencido, más no enriquecen al
vencedor.