No existe historia que se escriba sola, se necesitan de las
palabras para que se empiecen a escribir. Pero no todas empiezan con “Había una
vez” ni tampoco todas terminan con un “Felices para siempre”. Algunas historias
jamás pasan del prólogo, pero “adiós” tampoco significa el punto final. Hay
unas que terminas de escribir con lágrimas en los ojos y cada vez que la
vuelves a leer, te vuelve a hacer llorar de nuevo. Existen historias fugaces
que duran toda una vida e historias eternas que duran solo una noche. Historias
de grandes amigos que pueden llegar a convertirse en grandes desconocidos e
historias con desconocidos que nos vuelven inseparables. También abundan las
historias falsas como cuando de pronto llegó ese alguien y creíste que tu vida
cambiaría con menos complicaciones y más sonrisas ¡Confiando que lo mejor
estaba por venir! Y no era verdad… He oído muchas historias de personas que ni
soñaban conocerse pero que terminan encontrándose en el instante menos esperado,
pero en el momento indicado. Sin embargo, aunque el destino los ponga en el
mismo camino, dependen de los dos caminar juntos. Personalmente me encantan las
historias que agradan más al corazón que a la vista, que se meten primero en el
alma y después por los ojos. Historias de instantes sinceros…