Un refrán popular dice que: “El que tiene techo de cristal no le
lanza piedras al vecino”. ¿Qué se cree aquel que juzga la vida que viven otros?
¿Será que tienen las manos limpias? Condenar es fácil… pero ¡Dar ejemplo es lo difícil!
Henry Miller decía que: “Uno debe ir siempre hacia el lugar donde no está
señalando”. ¿Sabías que no es la vida la que separa a la gente? Es la maldad,
la hipocresía, la traición, el egoísmo y la falta de respeto. Todos aquellos
que encuentran fascinación en lanzar piedras al prójimo o lo que yo llamo “Jugar
a Dios”, se la pasan tratando mal a los demás olvidando que es en ellos donde “algo
está mal”. La gente sana, espiritualmente hablando, no anda por ahí destruyendo
a otros seres humanos, mucho menos a sus “hermanos”. Es increíble como la “cizaña
que se cree trigo” cuestiona todas las cosas buenas que escuchan de los demás,
pero creen todas las malas sin pensarlo dos veces. ¿Qué saben ellos de la cruz
que otros cargan? ¿Pueden ponerse los zapatos de los demás? ¿Han recorrido el
camino de aquellos a quienes juzgan? ¿Han vivido la penas y dudas de otros? Y
lo peor de todo es que creen afirmarse en las Escrituras. Pues si es así ahí le
va las palabras del Apóstol Pablo en Romanos 14: 4, “¿Quién eres tú para erigirte
en juez de un sirvo ajeno? Si éste se mantiene en pie o cae, es un asunto de su
propio amo. [Y sea que te guste o no] ¡Se mantendrá firme! Porque poderoso es
el Señor para sostenerle en pie”.