Dicen que el amor es un veneno. Un veneno dulce, pero al final es
un veneno que mata. Sin embargo, tiene una rara cualidad: Con el mismo veneno
se cura la enfermedad. El problema es encontrar el veneno, el antídoto, la
herida y la espina en la misma persona. Veneno y antídoto a la vez que cuando
quiere curar, cura y cuando quiere matar, mata. ¡Siempre temible pero tan
necesario! Tanto le deseas que no te deja dormir. Habita tu mente, estremece tu
piel. Siempre presente, una voz, un pensamiento, lo único que por las noches
recorre cada espacio intacto en ti, aquello por quien mueres, pero lo único que
te hace vivir. Es la combinación perfecta entre veneno y el antídoto a la vez
ya que te envenena, pero le necesitas para curarte. Es tu bien y tu mal, tu
todo y tu nada ¡El veneno que te mata lentamente y el antídoto que necesitas
para seguir viviendo! Una extraña manía de querer darte y quitarte el aliento,
las ganas, la ropa y la vida. Te consume poco a poco, sin prisa. Es una
agradable llaga, un sabroso veneno, una dulce amargura. Una deleitable
dolencia, un alegre tormento, una blanda muerte… Y por extraño que parezca,
disfrutas de tan placentero mal. Aunque intentes desprenderle de tu mente, cada
día mas falta te hace. Quieres verle, tus nervios ya no soportan su ausencia y
vas cayendo en un abismo por tenerle. Su veneno te quita la vida y con un beso
te droga, te cura y te lleva a la luna una vez más…