Un proverbio en el Nuevo Testamento decía: “Médico, ¡Cúrate a ti
mismo! Para hacer referencia a que los médicos son malos pacientes, debido a
que deberían escuchar sus propios consejos. Al respecto mi abuela decía: “Nunca
confíes en un cocinero flaco, porque si la comida es buena ¡El cocinero debe
comer mucho!” Existen personas que les encanta andar corrigiendo a los demás,
haciéndoles ver cada uno de sus errores, cuando los suyos son más grandes y
evidentes. Aquí es donde se cumple aquello de “Corrígete a ti mismo”. Una
persona que dedica tiempo a mejorarse a sí mismo, no tiene tiempo para criticar
a otros. Usualmente, el que se la pasa señalando, “sabe” como vivir la vida de
otros menos la propia. Como el maestro Quiñónez, que nada sabe Él, y quiere dar
lecciones. Se la pasa criticando vidas ajenas, hijos ajenos, maneras ajenas de
hacer las cosas y le fascina juzgar a los demás, únicamente porque los demás
pecan de forma diferente a ellos. Señalar a los demás no te convierte en mejor
persona. Al contrario, genera mucha energía negativa en tu vida y solo habla
mal de ti. Das mucha pena, que, por quedar bien con otros, dejes en mal a
otros. Antes de juzgar y criticar a los demás a sus espaldas deberías ver tu
espejo y corregirte. Hazte un auto examen y pregúntate cuantos errores has
cometido y cuantos son tus defectos. Verás después que ya ni tendrás ganas de
seguir escudriñando en las fragilidades de los demás.