Cuando dos personas dejan de reírse juntos, es momento de coger
caminos separados. Cuando uno u otro se trata como una opción, el dejarse es la
mejor elección. No debes poner puntos suspensivos… donde el amor puso punto
final. Y aunque sepas que va a provocar dolor, es mejor decir adiós y romper la
relación. Cuando no hay amor, estar juntos es un suplicio. El divorcio puede
ser una salida desesperada, pero es una salida al fin y al cabo. Y es mejor un
final con terror que ¡Un terror sin final! Después serán solo dos desconocidos
que tendrán recuerdos en común para olvidar. Desconocidos que tarde o temprano tienen
que atravesar un proceso de curación a través del “perdón” y tendrán que decirse
el uno al otro: “Te perdono, te olvido, te suelto y te dejo ir. Alguien dijo
que: “Nadie sabe la pareja que tiene, hasta que se citan en un juzgado
familiar”. Hombre y mujer podrán, en caso de divorcio, pedir la mitad de todo:
medio sofá, medio televisor, media casa, medio kilo de mantequilla ¡Pero nunca
medio hijo! El tema de los hijos en común es otra historia. ¡El hijo no se
divorcia! Es inconcebible que los padres abandonen emocional y económicamente a
sus hijos luego de divorciarse así como aquellas madres que castigan a su EX,
impidiendo al hijo que vea a su papá y tomándolo como un trofeo o rehén. Recuerda
que mientras menos edad tenga el niño, más severo son los efectos y problemas
emocionales debido al divorcio de sus padres: depresión, ansiedad,
retraimiento, comportamiento inadecuado, etc. Por eso la palabra divorcio se
escribe con “d” de disgusto, decepción, dinero, desacuerdo, dilema, desafío,
desplante y dolor.