Me subí a un taxi y partimos rumbo a la dirección que le indiqué
al conductor. Íbamos en el carril derecho cuando de repente un coche salió de
no sé dónde; el taxista frenó súbitamente, se oyó el rechinar de las llantas y
a escasos centímetros evitó chocar con el otro auto. El conductor del coche,
que casi causa el accidente, empezó a gritarnos con una serie de malas palabras
altisonantes. El taxista, solo sonrió y le saludó amable. Así que, yo
sorprendido le pregunte, “¿Por qué hace eso?”, ese tipo, por muy poco destruye
su taxi y nos manda directito al hospital. Entonces el taxista me dio la
lección más bella de mi vida, la que ahora yo llamo “La Ley del Camión de
Basura”. Muchas personas, me dijo: “son como un camión de basura, están llenos
de enojo, frustración y desaliento. Una vez que han acumulado mucha basura,
necesitan un lugar en donde depositarla; y si tú se los permites... la
depositan en ti y ellos quedan liberados”. “¿Cada cuánto yo permito que los
camiones de basura me contaminen?”; y, “¿Con que frecuencia tomo mi basura y la
tiro sobre las personas que más amo como: mi esposa, hermanos, hijos o amigos?”
Aquel día me propuse: “A no ser el basurero de nadie.” Empecé a ver con más
claridad las personas con complejo de “Camión de basura” y decidí a partir de
ese día no dejar que depositen en mí... su porquería. No he vuelto a permitir
que tomen el control de mis sentimientos y mucho menos de mis emociones. Aprendí,
que sonreírles a los insatisfechos, malhumorados y frustrados es la mejor
medicina que puede ayudarles a cambiar su perspectiva de la vida. O por lo
menos, les puede iluminar su día...