Vivimos en un mundo donde el funeral importa más que el muerto, la
boda más que el amor y el físico más que el intelecto. Vivimos en la cultura
del envase, que desprecia el contenido. ¡Solo los superficiales llegan a
conocerse a si mismos! ¿Sabías que de todos los sentidos, la vista es el más
superficial? Sin embargo, se puede ser todo lo guapo que se quiera, pero si el
mundo fuera ciego, ¿A cuanta gente se podría impresionar? Recuerda que hasta el
más bello cuerpo aburre, cuando la mente esta vacía. Muchos viven vidas tan superficiales
que necesitan ventilar sus alegrías, amores, problemas y sufrimientos en las
redes sociales para buscar el apoyo, aprobación, envidia o vaya a saber que de
los demás. Hoy en día se gasta dinero que no se tiene en cosas que no se
necesitan para impresionar a personas a las cuales no les importamos. Debería
dejar de importarnos lo superficial, las etiquetas y la falsa moral. Despreciar
las conversaciones huecas y preferir el murmullo de la soledad. No intentar ser
alguien que no se es para ser calificados como “los mejores”. Elegir lo sincero
y no lo pasajero, lo invisible a los ojos y lo verdadero. Despertar sin querer queriendo, en un mundo
donde lo mejor sea el interior y nadie sea superficial. La gente sea chocolate
y desvistan envoltorios para comerse lo mejor.