Estoy en un nivel de tranquilidad que no cualquier huracán puede
hacerme tambalear. Me da pereza contestar las ofensas y paso por alto las
frustraciones de los demás. Estoy tan ocupado tratando de ser alguien mejor y
conquistando mi propia libertad, que entrometerme en las vidas ajenas no es
ninguna prioridad. Mi abuela decía que la gente exitosa nunca se preocupa de lo
que los demás están haciendo. Es increíble como todo el mundo parece tener una
idea clara de cómo los demás deben vivir sus propias vidas, pero no tienen ni
idea de cómo vivir la suya. El apóstol Pedro dice en su primera carta que: “Si
hemos de sufrir que no sea por matar, robar, causar problemas o entrometernos
en asuntos ajenos”. No te preocupes por algo que no tenga que ver contigo. El
problema con meterse en asuntos ajenos es que podes terminar metido en asuntos
ajenos. Uno debe aprender a respetar la vida de los demás aunque no estemos de
acuerdo y no entendamos sus razones. El cálculo es muy simple: Si no vas a
sumar o multiplicar ¡No restes ni dividas! Vive y deja vivir, da a otros los mismos derechos que quieres para
ti y libérate de los juicios ajenos y propios. Y así serás muy feliz.