Algunos creen que su iglesia es como un bus de turismo en el cual
los pasajeros van inactivos, únicamente interesados en distraerse y disfrutar
del viaje. Sin embargo, Dios no busca “pasajeros” sino “participantes”. En 1
Corintios 12, Pablo expresa que la iglesia no está ni ha estado jamás bajo el
control de una cabeza humana. ¡Cristo nunca renunció a su posición como “cabeza
del cuerpo”! (Efesios 5: 23). Al igual que todos los miembros del cuerpo humano
los creyentes no tienen que ser exactamente iguales unos a otros. De ahí que el Apóstol compara a un creyente
con una mano, a otro con un pie para demostrar las grandes diferencias del
cuerpo. Ningún miembro es inferior a otro solo porque sus actividades parecen
menos importantes. Dios ha llamado y equipado a una amplia variedad de personas
con diferentes talentos para que sus múltiples objetivos sean alcanzados. Lo
importante es que cada creyente lleve a cabo el propósito que Dios le ha
asignado dentro del cuerpo de Cristo con dependencia, respeto y atención mutua.
Si se nos entierra una espina en un dedo del pie, el cuerpo entero se pone en
acción: la pierna acerca el pie a la mano, los ojos buscan la espina hasta
encontrarla, el pulgar y el índice se aferran a ella, mientras el puño y el
brazo tiran para sacarla. Usted es parte integral del cuerpo de Cristo y debe
demostrarlo en un compromiso activo dentro de una congregación.