Me gusta el viento. ¡No sé por qué! Pero cuando camino contra el
viento parece que me borra cosas y me sopla al oído la frase ideal. Sentir el
viento en la cara sentado en la hierba es sentir que estamos vivos. Dejarse llevar
por una bocanada de fría brisa te hace sentir libre y no te importa nada. No
piensas en nada ni en nadie. Del viento aprendes que no hay árbol que no haya
sido sacudido por El. Que no hay regreso y que solo debes arrastrar lo liviano
y dejar lo que pesa. El viento sopla de donde quiere y oyes su sonido, mas no
sabes de donde viene, ni a donde va. Y sin importar hacia donde vaya no se
frena, recorre el mundo entero, no le pertenece a nadie, no le pertenece a
lugar alguno… Me encanta la analogía del amor que expresa que al igual que el
viento que sopla entre los árboles, no se ve, pero se siente y su forma de
expresarse es más dulce que la miel. Sin embargo, para el amor la distancia es
como para el fuego el viento. Apaga las llamas pequeñas, pero alimenta los
grandes incendios. También la pasión se asemeja al viento, el cual es necesario
para dar movimiento a todo, aunque a menudo sean causa de huracanes. Siente el
viento, corre por lo que amas, deja lo rígido, despeinarse es vivir y a eso
vinimos ¡Melenas al viento y a vivir el momento!