Jesús enseña en Mateo 6: 25 al 34 que la preocupación: 1) Es innecesaria.
¿Sabías que los pájaros no pueden almacenar el alimento o la bebida, y, sin
embargo, sus necesidades son suplidas? 2) No tiene sentido. Ninguno puede
añadir una fracción de tiempo a su vida. 3) Es falta de fe. Confiamos en Dios
para un asunto de gran importancia como la salvación, pero no confiamos en El
en los asuntos que son infinitamente de menor importancia. 4) Es pagana. Nos
preocupamos de las mismas cosas que aquellos que no han recibido una revelación
de Dios como amante celestial. Salomón nos enseña (Eclesiastés 2) a través de
su amarga experiencia el resultado de la vanidad y de las preocupaciones al
desarrollar grandes proyectos como la edificación del templo en 7 años y su
propio palacio en 13 años. Amasó grandes fortunas, barcos, carros y gentes y no
negó placer alguno con las más de mil mujeres que tuvo. Sin embargo, llegó a la
conclusión de que todo fue vanidad y aflicción de espíritu y que nada de lo que
emprendió le proporcionó la satisfacción que estuvo buscando. Salomón aprendió
que el significado de la vida no se encuentra en el conocimiento, ni en el
dinero, ni en el placer, ni en el trabajo, ni en la popularidad. La verdadera
satisfacción surge al saber que lo que estamos haciendo es parte del propósito
de Dios en nuestras vidas. Nuestra prioridad son los intereses del Reino y el
logro de un carácter santo. El resultado de confiar en el cuidado de Dios será
la tranquilidad y la serenidad. ¡Ocúpate de los asuntos del reino y Dios se
ocupará de tus asuntos!