Un avaro, para asegurar su propiedad, vendió todo lo que tenía y
lo invirtió en un gran bloque de oro, que escondió en un pozo, en la tierra,
que siempre iba a visitar e inspeccionar. Esto despertó la curiosidad en uno de
sus obreros, que sospechando que allí había un tesoro escondido, aprovechó un
descuido de su amo, fue hasta el lugar y robó el bloque de oro. Cuando el avaro
regreso al pozo y lo encontró vacío, lloro y se arrancó los cabellos. Pero un
vecino, que lo vio en tan extravagante duelo, tras enterarse de la causa le
dijo: “No te preocupes más. Toma una piedra y colócala en el mismo lugar, y
haz de cuenta que es tu bloque de oro;
pues, ya que no te proponías a usarlo, tanto te servirá la piedra como el oro.”
El valor del dinero no está en su posesión, sino en su uso. (Esopo)