Había un maestro que solía tomar grandes sumas de dinero, a veces
muy grandes, de quienes iban a estudiar con El. Un distinguido legalista lo visitó
una vez y le dijo “Me siento encantado e impresionado por sus enseñanzas, pero
tomar dinero por transmitir conocimiento es un acto que se presta a malas
interpretaciones.” El maestro le respondió: “Nunca he vendido ningún tipo de
conocimiento. Sobre la tierra no hay dinero suficiente para pagarlo. En cuanto
a las malas interpretaciones, abstenerse de cobrar dinero no las evitara,
porque se encontrarán otros temas. Ahora, un hombre que no cobra nada es el que
se encuentra bajo la más grave sospecha de estar robando el alma a sus
discípulos. El que dice –no cobro nada- puede, de pronto, estar robando la
voluntad a su víctima.”