Un mono se encontraba comiendo una pera madura cuando apareció una
avispa que quería aprovecharse del festín. Esta se sentó sobre la fruta pero el
mono la echo de un manotazo. La avispa recurrió al lenguaje más ofensivo e
insultante, el cual fue escuchado por el mono sin producirle intranquilidad
alguna. La ira de la avispa creció a tal grado que perdió los estribos y, sin
medir las consecuencias, se lanzó volando contra el rostro del mono y le clavó
el aguijón con tal fuerza que no pudo retirarlo y se vio obligada a salir de un
tirón y dejarlo en la herida, con lo cual se auto condenó a una muerte lenta
acompañada de un dolor mucho mayor que el que ella había causado. (Jonathan
Birch)